No sé si era porque veníamos de Kampot, una ciudad que nos había encantado, o porque en las últimas semanas estábamos más acostumbrados a la Camboya rural, pero el caso es que Sihanoukville no resultó ser lo que esperábamos. Tampoco acompañaba el tiempo; las nubes, la lluvia y el mar revuelto hacían que nuestro destino de «sol y playa», aquel que habíamos dejado para el final y poder así disfrutarlo a tope y descansar del viaje, fuese algo diferente a lo esperado.
Veníamos desde Kampot por la carretera que discurre cerca de la costa, en un autobús algo más destartalado de lo que estábamos acostumbrados pero disfrutando de un paisaje impresionante que nos estaba dando pena pasar de largo y no poder disfrutarlo con más tranquilidad, como habíamos hecho muchas veces durante el viaje. Llegamos a Sihanoukville a media mañana, lo que nos permitiría ir tranquilamente al hotel, instalarnos y buscar un sitio para comer, como así hicimos. Después de reponer fuerzas, dedicamos la tarde a visitar la ciudad y hacernos una idea de donde habíamos ido a parar.
Sihanoukville es una ciudad costera y rodeada de playas por todos los lados. Si a esto le sumas que el número de visitantes va en aumento día a día debido a la construcción de un aeropuerto y que la mayor parte de los que la visitan es gente joven con ganas de marcha, el resultado de la ecuación es fácil: bares, pubs, restaurantes, hoteles y música por todos los lados. No era Ibiza o Benidorm pero dadle unos años y veremos.
La primera tarde que pasábamos allí la dedicamos a pasear por la zona de Serendipity, la calle que va desde la rotonda de los Leones Dorados hasta el mar y que da nombre a la parte de la playa más cercana a ésta. Atestada de bares, restaurantes y guesthouses es el centro neurálgico de la vida nocturna de la ciudad. Seguimos paseando por la playa hacia Occheuteal Beach, y nos dimos cuenta que, en realidad, Serendipity y Occheuteal son la misma playa. Lo que ocurre es que, llegados a un punto, dejas de ver turistas y solo ves camboyanos disfrutando de su tiempo libre. Es, digámoslo así, la playa de la gente de allí.
Nos detuvimos varias veces en los escaparates de los centros de información y turismo, agencias y demás sitios donde ofertaban toda clase de viajes, excursiones y alojamientos, intentando planear los siguientes días. Decidimos dedicar un día a conocer la ciudad por nuestra cuenta y otro día a hacer una excursión en barco por unas islas cercanas para hacer snorkel. Aún así, nos sobraría tiempo antes de viajar a Koh Rong Samloem, nuestro destino final antes de emprender el viaje de vuelta a casa.
Al día siguiente nos levantamos decididos a descubrir todos los rincones de la ciudad. Alquilamos una moto en el hotel (una aventura que merece un post aparte) y salimos hacia Otres Beach. Otres es la playa más meridional de Sihanoukville. Una maravillosa extensión de arena blanca y fina que se extiende durante varios kilómetros. Sin embargo, a pesar de estar alejada de la ciudad, los efectos del turismo también se están dejando notar allí ya que un montón de hoteles, chiringuitos y centros de vacaciones pueblan los dos lados del camino de tierra y barro que discurre pegado a la playa. El mal tiempo no nos dejó ni hacer el intento de extender la toalla en la arena, asi que, una vez visto aquello, nos dimos por vencidos y regresamos.
Ya de vuelta y tras nuestro encuentro con la policía del Happy Burger (os lo contaremos más adelante), nos dimos una vuelta por Ekareach Street, lo que viene siendo el centro de la ciudad. En nuestro empeño de acudir a unas clases de cocina jemer, recorrimos buena parte del centro, buscando y preguntando por un restaurante que, según decía la guía, impartía esos cursos. El caso es que, después de muchas vueltas, por fin lo encontramos. Pero aquello estaba cerrado a cal y canto y tenía pinta de llevar así bastante tiempo. Ni en Battambang, donde tuvimos que suspenderlas por el diluvio universal, ni en Kampot, que estaban de reformas en la chabola donde se impartían las clases, ni tampoco en Sihanoukville. Parecía que aquello se nos resistía. Aún así, seguiríamos intentándolo.
El resto del día lo pasamos dando vueltas con la moto y tomando cervezas en el Monkey Republic, una guesthouse con un bar-restaurante muy chulo, en el centro de Serendipity Street, donde el ambiente, la música y las happy hours con cervezas a mitad de precio hacían de aquel lugar el más apetecible de la ciudad, visto lo visto. Tuvimos tiempo para pasarnos por el mercado local a por unas especias y para volver a respirar auténtico ambiente camboyano que, entre tanto turista, empezábamos a echar de menos.
El tercer día en Sihanoukville lo pasamos holgazaneando un poco, trabajando en el blog, cerrando los billetes tanto de la excursión en barco como de el speed ferry que nos llevaría a Koh Rong Samloem y tomando cervezas en el que ya se había convertido en nuestro cuartel general: Monkey Republic. Seguía haciendo malo y, las veces que nos acercábamos hasta el muelle y veíamos el mar picado, nos hacía presagiar una excursión emocionante para el día siguiente.
Y así fue. Aquel asqueroso barco se movía como una cáscara de nuez entre tanta ola. Habíamos salido del muelle de Serendipity hacía solo diez minutos y yo ya estaba concentrando toda mi atención en no echar el desayuno por la borda. Las tres islas que ibamos a visitar eran Koh Chaluh, Koh Russei y Koh Tres y no distaban mucho de la costa. Apenas 45 min de trayecto que, con aquella mar, se convirtieron en algo más de una hora subiendo y bajando, «sujetando» mi estómago y concentrándome en mirar hacia un punto fijo en la costa para que aquello no se me fuese de las manos. Pero ni por aquellas.
Notareis que no hay fotos de ese día en el post. Os podeis imaginar por qué. Además, en cuanto el barco paró para hacer snorkel cerca de la primera isla, la cosa se empeoró y… bueno, os ahorraré los detalles. El caso es que lo único que recuerdo de aquella excursión es que, a la vuelta, con una tormenta de mil demonios, tumbado en un banco de madera junto a la borda del barco, agarrado a la barandilla como podía, las olas que entraban por la proa cuando el barco cabeceaba, pasaban por encima de mi como si alguien me estuviera echando baldes gigantes de agua. Laurita, un poco más atrás, y a esas alturas también con un mareo considerable, al igual que el resto del pasaje, aguantaba como podía.
Cuando finalmente llegamos al muelle casi hago la del Papa de ponerse de rodillas y besar el suelo. Sólo nos quedó la satisfacción de saber que no fuimos los únicos que echaron por la borda los últimos tres meses de alimentos ingeridos. Así las cosas, ni siquiera tuvimos ganas ni estomago para nuestra visita diaria a Monkey Republic; el resto del día lo pasamos tirados en la cama, intentando recuperar fuerzas y recobrar el equilibrio.
Más tarde Lauri, que sí había podido disfrutar del día hasta que volviendo la cosa se puso fea de verdad, me contó que lo habían pasado bien haciendo snorkel entre los peces, jugando a voleibol en la playa y disfrutando de las islas. Por mi parte deciros que, después de esta, ya me habéis vuelto a ver subido en un barco. Como mucho en la bañera y con mucha espuma.
Y lo mejor de todo: sólo unas horas después teníamos que coger otro barco. Esta vez con destino a Koh Rong Samloem.
2 thoughts on “CAMBOYA – Sihanoukville: Monkey Republic, olas y (casi) naufragios.”