Sri Lanka – Dambulla y Sigiriya: de roca en roca y tiro porque me toca (I)

La gallina amaneció mosqueada cuando le dijimos que ese día íbamos a jugar al «juego de la Roca». Mundialmente conocida es la rivalidad entre gallinas y ocas en lo que a juegos se refiere. Entre los que prefieren la «gallinita ciega» y los que les gusta más aquello del «de oca en oca» siempre ha habido disputas. Y que tus padres adoptivos te despierten un día diciéndote que van se van a jugar con el eterno rival, tiene que molestar. Así que tuvimos que explicarle muy despacito y con buenas palabras el plan de la jornada: visitar el complejo del Templo Real de la Roca de Dambulla y la Roca del León de Sigiriya. Entre la explicación y que la cebamos con un desayuno de record Guinnes, entró en razón, relajó las plumas y se apuntó a la fiesta.

Bienvenidos a Disneylandia
Bienvenidos a Disneylandia

Habíamos llegado la noche anterior a Dambulla sin tiempo para ver nada más que la guesthouse donde nos alojamos y el bar de al lado donde nos pimplamos unas buenas cervezas. Y si queríamos aprovechar bien el día y cumplir con el plan establecido, tendríamos que darnos prisa. Pero la ingente cantidad de comida que la anfitriona nos sirvió para desayunar, no ayudaba en absoluto. No me oiréis a mi quejarme mucho del exceso de comida en una mesa, pero una cosa es una cosa y otra los desayunos que esta buena gente te planta a las siete de la mañana. Y como mi madre me tiene dicho de siempre que no hay que dejar nada en el plato y menos si estas en casa ajena, dejarle a la señora la mesa como un solar nos llevó más tiempo de lo esperado. Dejamos las mochilas en la casa y rodamos como pudimos hasta el tuk-tuk. Nuestra anfitriona nos había dicho que el Templo Real de la Roca estaba a apenas un kilómetro de distancia de la casa. Aún así, entre el calor y la panzada que llevábamos encima, no nos apetecía mucho caminar. Agarramos la macchina y en dos minutos nos plantamos allí.

Templo Real de la Roca
Templo Real de la Roca
Buda reclinado en Dambulla
Buda reclinado en Dambulla

Lo primero que se te viene a la cabeza cuando te presentas en la entrada del recinto es que te has equivocado de lugar y te has metido en un centro comercial o un parque temático. Y es que tienes ante ti un edificio más digno de Disneyworld que de un templo budista. Cuando nuestros ojos se habituaron a tanto brillo y esplendor, nos pusimos a buscar la taquilla para abonar los 10$ por cabeza que, según decía la guía, costaba la entrada. Pero, después de dar varias vueltas por allí, no encontramos a nadie que quisiera cobrarnos. Un poco moscas, preguntamos a un policía que andaba cerca y nos dijo que era gratis y que podíamos acceder al lugar sin pagar ni un dólar. ¿Ahorrarnos 20$?¿Así por la cara?¿Tu sabes cuantas cervezas son? pensamos. Y es que , en un país como Sri Lanka y con el ritmo de gasto que llevábamos, esos 20$ podían dar para mucho. Nuestra alegría inicial se transformó en escepticismo cuando, detrás del edificio de los colorines y a modo de acceso a las cuevas, encontramos una escalinata de piedra. «Uy, esto me suena de algo. Otra vez que estos monjes nos la quieren dar con queso» pensábamos mientras ascendíamos por las escaleras, recordando lo que nos había ocurrido días atras en la Roca de la meditación de  Mihintale: Tu primero sube que, cuando estes arriba, ya te cobraremos.

Cuevas de Dambulla a rebosar
Cuevas de Dambulla a rebosar
Se ve que esta gente se cansaba mucho
Se ve que esta gente se cansaba mucho

Pero esta vez estábamos equivocados. Debía ser Domingo de Ramos o alguna fiesta de guardar ceilandesa porque, efectivamente, no tuvimos que pagar nada. Al final de las escaleras sólo encontramos monos, muchos monos, y unos amables monjes que te invitaban a descalzarte y a dejar tu calzado en unas estanterías que tenían allí preparadas a tal efecto. Y, aunque nos fiamos de los monjes, de los turistas todavía no. Y turistas había a cascoporro. De hecho, era la primera vez que habíamos coincidido con la turistada durante nuestro viaje. Aunque, desgraciadamente, no sería la última. Así pues, en previsión de que aquel suelo achicharrara como el de Mihintale o que algún espabilado nos levantase las alpargatas del Eroski, metimos el calzado en la mochila y tiramos para adentro.

Familia de monos vestidos de domingo
Familia de monos vestidos de domingo

El complejo consta de cinco cuevas separadas que contienen pinturas y estatuas de Buda para dar y tomar. No en vano es una de las manifestaciones de arte religioso más importantes del país. Y en un país como ese, que de arte religioso van sobrados, el asunto no es moco de pavo. Así que, con tanta cueva, tanta estatua, tanto Buda y tanto turista nos tiramos allí buena parte de la mañana. Entre la marabunta conocimos a Marta y Sara, dos chicas de Vitoria (ese sitio donde le echan limón al kalimotxo) con las que hacemos la visita completa. Ellas llevan unos cuantos días más que nosotros por el país y están haciendo la ruta en sentido contrario al nuestro. Vienen de Sigiriya, nuestro próximo destino, y nos aconsejan que visitemos la famosa Roca del León por la tarde porque seguramente encontraríamos menos gente. Y viendo lo que había en Dambulla, era mejor hacerles caso. Así que nos despedimos de ellas, pasamos por la guesthouse a por las mochilas y pusimos rumbo a Sigiriya para disfrutar de una de las visitas estrellas del viaje: la famosa Lion Rock. 

 

 

 

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